Aunque ya hemos hablado de mecanismos de control que nos permiten hacer un seguimiento de las tareas que se delegan dentro de la empresa, no siempre son suficientes. Nos cuesta entender que el camino es la delegación porque nos gana el temor. Y el temor nos gana porque tal vez entendemos la delegación como un sinónimo de desligarse, cuando en realidad no te estás desligando de nada.
Si ya sabes que es la hora de empezar a delegar o al menos eso te hace un poquito de ruido en tu cabeza, estás en el momento de dar un paso más: entender cuáles son las tareas que otro podría hacer por nosotros y cuáles requieren exclusivamente de nuestra dedicación. Cuando estés preparado el siguiente paso será asignar un nombre a esa tarea o enumerar una serie de habilidades que tiene que tener quien se encargue de ellas.
Suponiendo que ya tenes a ese alguien entre tus filas, llega el proceso de la delegación propiamente dicha. La tarea deja de ser tuya y pasas a confiarsela a otro miembro del equipo. ¿Qué es lo fundamental acá? La comunicación. Cuando delegas no le estás pidiendo a alguien un favor. Cuando delegas el otro tiene que entender que le estás asignando una parte de una responsabilidad y hablamos de una parte porque como dueño de una empresa, ante los ojos del resto, sos el responsable de todo lo que se hace y todo lo que pasa adentro de esa organización.
Lo que sigue es una parte fundamental del proceso de delegación: esperar a que suceda sin caer en la tentación de resolverlo nosotros. Entender que ahora tenes tiempo para sentarte a mirar un poco más allá que es al fin y al cabo la razón por la que sos el conductor de la empresa. Reutilizar el tiempo que usabas para resolver el día a día en la estrategia, en pensar en objetivos, en encontrar nuevas herramientas y tecnologías para llevar a tu empresa al siguiente nivel. En conclusión entender que monitorear es sinónimo de ‘dar seguimiento’ y antónimo de intromisión.